Antes de bajar a desayunar nos despedimos de nuestro compañero de habitación, un alemán muy majete al que bautizamos como Marcus. En el albergue no había habitaciones mixtas, por lo que los chicos estamos en una con cuatro camas y un baño y las chicas igual. El caso es que nos juntamos todos en la sala de desayuno y después de mirar un poco internet a ver qué ha pasado por el mundo y por nuestra tierra, especialmente, vamos por ahí. Como cada mañana, el tiempo es húmedo y la niebla está muy baja, así que salimos con pantalones largos y sudaderas.
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Alrededores de Union Square |
Muy cerca de nuestro alojamiento está Union Square, y justo allí Niketown (concretamente está en la calle Stockton) una tienda de tres pisos toda de Nike, tanto de vestir como de ropa deportiva. Nos quedamos con los dientes un poco largos, porque era como para salir cargado de bolsas, pero nos limitamos a mirar.
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Aquí se puede ver a un negrete comprando en Amoeba Music SF |
Tenemos intención de ir al barrio de Haight, epicentro del estallido hippie en los años 60. De hecho, el ambiente sesentero todavía está presente en sus calles y da la sensación de que alguno de sus vecinos todavía no son conscientes de que hemos cambiado de siglo. Tiendas de segunda mano, centros de marihuana terapéutica, discos de segunda mano, skate... Todo tiene un ambiente que hace que te sientas en medio de un decorado de Forrest Gump y parezca que en cualquier momento te vas a cruzar con Jennie. En una de las tiendas de ropa usada consigo comprar una camiseta de los Bulls de Michael Jordan, algo que buscaba desde Chicago. Tuve que negociar un poco el precio con el dependiente, pero al final conseguí llevármela por unos 15€. De todas maneras, es un buen lugar para encontrar gangas, Isis consiguió unas zapatillas Nike por 20$ muy chulas. Durante la visita a Haight nos habíamos dispersado un poco y nos reunimos en Amoeba, la tienda de discos más increíble del mundo. Se trata de una especie de almacén gigantesco donde puedes encontrar todos los discos que existen y a un precio inmejorable. Muchos de ellos son de segunda mano, lo que hace que sean muy asequibles. Además, está muy bien organizada y es muy sencillo encontrar lo que buscas, y no sólo discos, puesto que también tienen mucho merchandising relacionado con la música. Chino y Miriam compraron unos cuantos discos aunque ahora no recuerdo muy bien cuáles eran, creo que alguno de Eels y My Morning Jacket...
Tras pasar un buen rato disfrutando en Amoeba, fuimos a comer al cercano Golden Gate Park, que no está situado junto al famoso puente, a pesar de que se llamen igual. Estuvimos un rato sentados en el césped dando buena cuenta de la comida que habíamos cogido del desayuno, haciendo concursos de flexiones y tratando de levantar la moral del grupo, por si acaso en algunos momentos decaía. El Golden Gate Park es un parque muy grande, de unos 5 km de largo, que va desde Haight hasta la orilla pacífica de la ciudad y en el que hay diferentes puntos de interés, como un jardín japonés, otro jardín botánico, un mini campo de golf y diversos lagos, así como muchos senderos por los que caminar, correr o andar en bici. Además, como en todos los parques urbanos de Estados Unidos, la gente aprovecha para hacer multitud de deportes. Chino y Miriam entraron al jardín japonés, pero el resto nos quedamos fuera esperándoles porque no nos motivaba tanto como para pagar los 7$ que valía la entrada. Si alguien tiene interés en saber qué tal está, que se ponga en contacto con ellos.
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Otoño permanente en el barrio de Sunset, al abrigo de Twin Peaks. |
La niebla nos empieza a comer y cada vez hace más frío, así que salimos del parque por el sur y nos adentramos en el barrio de Sunset, que es una zona principalmente residencial. Encontramos una tienda de cómics muy molona donde me compré una camiseta de los 4 Fantásticos y a continuación hicimos un parón para tomar un cafecillo que templase nuestros cuerpos, porque nadie diría que estábamos en pleno mes de julio. Finalmente, cogimos el bus 71 que nos llevaba a la zona del albergue y fuimos contemplando la ciudad durante el trayecto, con sus cuestas y sus casas de listones horizontales de madera de colores, como tantas veces hemos visto todos en las películas.
Compramos unas cervezas en una licorería que está junto al albergue y nos ponemos a hacer la cena mientras otros hacen la colada. Recuerdo que en este momento estuvimos hablando de que, tras tantos días de viaje, llega un momento en el que ya no te sientes de vacaciones, sino que parece que ése es el estado natural. Te acostumbras a la rutina que has generado de desayunar, salir por ahí, ver cosas, comer en algún parque, dormir con otras personas... Y no lo digo como algo malo, sino que es curioso no verte a ti mismo como un turista, sino que incluso entonces sientes una cierta inercia. El caso es que entre tanta reflexión, la cena estaba lista y nos pusimos a cenar, mientras una loca que merodeaba por ahí no metió una brasa espectacular y a Chino incluso le tiraba los trastos.
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Diversión a raudales con Jenga... |
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... aunque no para todos. |
Estuvimos un rato jugando a Jenga esperando a que terminara la colada y la partida se puso tan interesante que se nos pasó la hora y el cuarto de las lavadoras cerró con nuestras cosas dentro. Con su habitual amabilidad (ironía), el personal del albergue acabó accediendo a abrirnos la puerta para que sacáramos las cosas. Al volver al cuarto nos encontramos con Luis el filipino, nuestro nuevo compañero de habitación. Un tío majete, aunque un poco brasas. Al cabo de un rato, el tío acabó por callarse y dejarnos dormir.