Después de haber pasado la noche sorprendentemente bien, teniendo en cuenta de que me tocaba dormir en el suelo, recogemos las cosas y nos disponemos a salir del motel. Contra todo pronóstico, no amanece ningún cadáver flotando en la piscina, aunque sí que hay un gordo dándonse un baño. Antes de montarnos en la furgo, tuvimos una reveladora visión. Pudimos comprobar con nuestros propios ojos qué hace que una familia entera esté obesa (me refiero a nuestros vecinos de motel): comer mierda desde que sale el sol. Es bastante triste que los cuatro miembros de una familia (padre, madre, tía e hijo) estén súper-pasados de peso, pero lo que resulta increíble es ver su habitación por dentro llena de restos de restaurantes de comida rápida, refrescos, chucherías, cajas de pizza... y encima ya estaban desayunando helados.
Curiosamente, los del motel nos dieron unos tickets de desayuno en McDonalds. El caso es que fuimos a ver qué había, y así a ojo, diría que el desayuno propuesto debía tener unas 2.000 calorías. No es que sea un maníatico de la alimentación ni nada de eso (podría parecerlo leyendo esta entrada), pero en unos pocos minutos tuvimos una clara explicación al porqué de la cantidad de obesos que hay en Estados Unidos.
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Esto es lo primero que se ve de SF llegando desde Oakland |
Bueno, el caso es que después de haber desayunado, cogimos la furgo y nos pusimos rumbo a San Francisco o, como la llaman algunos beatniks trasnochados, Frisco. Estábamos a unas dos horas, por lo que el viaje se hace bastante corto. San Francisco se encuentra en una bahía, por lo que la parte final del viaje es un tanto enrevesada, y accedemos a ella cruzando un enorme puente, con un buen atasco montado y pagando el peaje correspondiente. Llegar al albergue no resulta complicado con el gps, aunque sí que tenemos que dar más vueltas para encontrar un parking donde nos guarden la furgoneta durante los cuatro días que vamos a estar en la ciudad. Finalmente, la dejamos en uno bastante cercano al albergue y a buen precio, aunque ahora no recuerdo cuánto pagamos.
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Hogar, dulce hogar |
El albergue está en la calle Mason 312. La verdad es que está bastante bien, es del estilo del de Chicago, aunque éste tiene ese punto bohemio-underground-hippie que tan presente está en San Franciso, y todo sea dicho, un personal bastante desagradable. Una de sus principales virtudes es lo bien situado que está en la ciudad, en pleno centro, en una zona tranquila y muy bien comunicada con el resto de puntos de interés de la ciudad. Lo primero que hacemos es dar una vuelta por el barrio, en torno a Union Square, que es uno de los centros de la ciudad. Miramos alguna tienda de ropa cercana, porque la (poca) que traíamos de Pamplona empieza a dar un poco de pena, especialmente la de Chino, quien se compró unos pantalones bien chulos por pura necesidad. Después de varios días comiendo sandwiches, decidimos ir a comer a un chino muy del estilo de lo que es habitual en España.
Empezamos la tarde yendo hacia el Chinatown, uno de los más grandes y llamativos de Estados Unidos, aunque como yo digo: "Chinatown, visto uno vistos todos". Lo que sí que es cierto que éste tiene un punto diferente, gracias especialmente a las cuestas y los tranvías. Poco a poco, fuimos girando hacia el este y acabamos en el puerto de la ciudad, desde donde hay unas bonitas vistas de la bahía, aunque nada comparadas con las que ofrece la orilla norte (a la que iríamos otro día). Volvimos hacia nuestro barrio por Market St. observando lo que nos rodeaba. A pesar de que todavía no habíamos visto nada, ya empezamos a notar que el ambiente de SF es diferente a todo lo que habíamos visto hasta entonces. De alguna manera, da la sensación de que aquello no está en el mismo país. Durante el camino por Market St. (de la cual dicen que es algo peligrosa cuando se pone el sol, aunque nadie lo diría en plena tarde) echamos el ojo a alguna tienda de zapatillas y ropa, pero no nos llegamos a detener en ninguna.
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Tranvía: caro, lento, lleno de gente... pero muy carismático |
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El Chinatown de SF: igual que todos, pero el mejor. |
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Fachada este de la ciudad desde el muelle |
Como íbamos a estar varios días en la ciudad, decidimos ir a un supermercado a hacer una compra seria para así ahorrar un poco. Sorprende lo difícil que es encontrar un supermercado por allí cerca, incluso a la gente le choca cuando le preguntamos dónde hay uno. Tras casi media hora de caminata, llegamos a uno y compramos bastantes cosas para sobrevivir durante cuatro días. No resulta nada barato, de hecho comparativamente, comer de restaurantes no es mucho más caro (creo que esta reflexión ya la había hecho en Chicago, ¿no?).
A partir de media tarde, es muy habitual que la niebla se eche sobre la ciudad. Además, no hacía ningún calor a pesar de estar en pleno mes de julio. No sé si es por las corrientes marinas, por estar en una encrucijada de vientos o por qué motivo, pero el clima de San Francisco es bastante cruel: húmedo y frío casi todo el año. El caso es que, cargados de bolsas, volvimos al albergue y organizamos la comida en las neveras comunes. Cerveza en mano y con toda la calma del mundo, viendo como fuera va anocheciendo, nos ponemos a hacer la cena en la cocina del albergue. Como manteníamos nuestros horarios españoles, para cuando nos pusimos a cenar ya estábamos casi solos en el comedor, lo cual se agradece bastante.
Había una sala común donde la gente esaba tirada en unos sofás mirando sus portátiles, leyendo, hablando por teléfono... nosotros nos hicimos dueños y señores del ala sur y nos pegamos un buen rato jugando a Jenga, montando un buen escándalo, la verdad.