22 jul 2012

Contenidos extra (y II)

Como toda buena (o mala) película basada en hechos reales, hace falta contar qué pasó con los personajes más allá de lo que cuenta el metraje. Los que habéis ido siguiendo el blog seguro que habéis acabando cogiendo cariño a alguno de los protagonistas (las chapas de Chino; Fer, el chico tímido y callado que acaba perdiendo el juicio; la seriedad y saber estar de las chicas...), pero ahora os contaré qué pasó con cada uno de ellos una vez que el viaje terminó...

Fer y Chino, que tan amistosos se muestran en la foto de abajo, tuvieron una discusión en el avión de vuelta por ver quién se ponía en la ventanilla y no han vuelto a hablarse desde entonces. 27 años de relación que terminaron en algún lugar a 10.000 metros sobre el Atlántico.

Esta foto, hoy, sería imposible. Todo por una ventanilla...
Isis y Eva nunca pasaron del Gran Cañón, todo lo que he dicho de ellas a partir de ese día ha sido mentira. Justo después de tomar esta foto que os muestro a continuación, el señor gordo del fondo se las comió de un solo bocado y no dejó ni las gafas de sol.

Isis y Eva instantes antes de ser engullidas por el señor del fondo
Yo, vuestro humilde narrador, a los dos meses de llegar a Pamplona decidí volver a Boston, y ahora trabajo en un club bailando por las noches. Podéis comprobar lo bien que lo hago viendo el vídeo número 2 de los que puse en "contenidos extra I".

Chino y Miriam, al poco de regresar, decidieron tener una hija para así tener a quién contar todas las peripecias de aquellos increíbles treinta días. Ariadna nació el 4 de julio de 2012, un año después de aquella tarde de pintas y puros en un bar de Nueva York, celebrando la independencia de Estados Unidos. Pero ésa es otra historia, y deberá ser contada en otra ocasión...

La pareja maquinando sus intenciones
¡Hasta siempre amigos!

16 jul 2012

Contenidos extra (I)

Para todos aquellos que habéis ido siguiendo el blog, hoy os propongo que veáis estos dos vídeos grabados y mezclados por Fer en los que podréis haceros un idea más clara de todo lo que os he ido contando en los últimos días.

En este primer vídeo podéis ver un fragmento de las entrevistas.

El segundo es algo más largo que el anterior y son imágenes con música resumiendo todo el viaje.

15 jul 2012

Día 30: Santa Monica - Barcelona

El último día en Estados Unidos nos despertamos muy pronto, hacia las 5:30 de la mañana, porque teníamos que ir al aeropuerto a dejar a las chicas. Ellas cogían el avión a primera hora de la mañana, mientras que el nuestro salía por la tarde, así que les dejamos en la puerta y nos despedimos de ellas hasta el día siguiente. Nosotros volvimos al albergue a desayunar, cosa que hicimos con calma, y a continuación nos fuimos a dar un paseo por Venice Beach, que estaba lleno de puestos vendiendo chorradillas: colgantes, camisetas, discos, muebles... con un ambiente un poco extraño, pero muy divertido. Fuimos hasta el gimnasio callejero, pero no había mucha gente haciendo ejercicios. Al cabo de un par de horas de paseo, decidimos volver a por la furgoneta y tirar hacia el aeropuerto. Antes de entrar, dejamos la furgo en Dollar, y después de despedirnos de nuestra inseparable compañera de viaje, entramos al aeropuerto.

Las cuchillas de afeitar esperaban a Fer y a Chino...
El avión tenía cierto retraso, así que los de la compañía nos dieron un ticket gratis para comer y nos lo gastamos en un helado gigantesco. Estábamos sentados en uno de los restaurantes del aeropuerto y hacía un buen rato que veíamos una mochila abandonada junto a nosotros, y nos estábamos mosqueando un poco, así que acabamos por avisar a la policía, para que le echaran un ojo. Como buenos cobardes que somos, tras avisar nos fuimos a la otra punta del aeropuerto, y ya no supimos nada más. Yo quiero pensar que salvamos la vida de miles de personas...

El caso es que hacia las 19:00 nos montamos en el avión. Teníamos 11 horas por delante hasta Düsseldorf, y luego otras 2 hasta Barcelona. El vuelo se hizo bastante pesado, pero finalmente llegamos a nuestro destino. Eran ya las 19:00 del día 31 de julio y recuerdo que fue una sensación agradable volver a estar cerca de casa. Aquella noche nos volvimos a juntar los seis y cenamos en un bar cercano a casa de Fer y Eva. Pasamos la noche en Barcelona y a primera hora del día 1 de agosto cogimos el tren que nos llevaría a Pamplona. A las 13:08 estábamos de nuevo en la estación en donde, un mes atrás, había comenzado nuestro viaje. Como dijo Bunbury: "al final, para un hombre de mundo, es muy exótico volver al hogar".

Se acabó lo que se daba. Vuelta al hogar.
Habían pasado 30 días, en los que habíamos visitado 9 estados, dormido en 15 alojamientos distintos, recorrido más de 4000 km en furgoneta, bañado en el Atlántico, el Pacífico, ríos, piscinas y lagos, sacado más de 1300 fotos, cogido 6 aviones, bebido muchos litros de cerveza, visto conciertos, películas y partidos de baseball. Habíamos conocido un país enorme, nos conocimos un poco mejor a nosotros mismos, lo pasamos genial, aprendimos mucho. Ha pasado casi un año desde que volviésemos y creo que no ha habido ni un solo día en el que no haya recordado algún momento del viaje, la aventura duró 30 días pero los recuerdos serán para siempre...

P.D.: y mañana... ¡no os perdáis los contenidos extras!

13 jul 2012

Día 29: Monterey - Santa Monica

Hoy teníamos otro Road Day por delante, así que desayunamos bien antes de salir de Monterey, aunque no tan bien como un niño gordo británico con voz de mujer que se comió como veinte tortitas con sirope y bien de mantequilla, mientras su madre lo miraba con orgullo y aprobación. Desde Monterey hasta Santa Monica (L.A.) hay como unos 400 km, dependiendo de qué ruta se escoja. Nosotros cogimos la Pacific Highway (US-1) que va por la costa y, aunque es más lenta y tiene más curvas, tiene unas vistas espectaculares.

Podría ser la playa de los Goonies, aunque no lo es (está en Oregon)
Otra portada de Belle and Sebastian
El día era gris y no había mucho tráfico, así que fuimos disfrutando del paisaje tranquilamente, viendo cómo se sucedían playas desiertas con acantilados. Éste también se convirtió en uno de esos momentos inolvidables del viaje, con el añadido de la nostalgia por ver tan próximo el final. Supongo que si hubiésemos recorrido este camino el primer día y con sol, el recuerdo sería diferente y más alegre, pero así nos tocó a nosotros y así lo recordaremos, y no lo cambiaría. Hicimos una parada en una playa poblada únicamente por decenas de leones marinos en estado salvaje, viendo cómo o duermen o se pelean emitiendo gritos horribles. Recomendaría a todos los que alguna vez tengáis que cruzar esta parte de California que lo hagáis por la US-1, a pesar de que lleve más tiempo, porque realmente merece la pena.

Animales muy violentos, los leones marinos...
Hacia el mediodía llegamos a San Luis Obispo, un pueblo de paso muy tranquilo donde ya empezaba a brillar el sol. Nos comimos un bocadillo en la terraza de un restaurante en el que nos atendió un chaval muy majete. Aprovechamos para repostar y estirar la piernas y afrontamos la última parte del viaje. Este tramo lo hicimos parcialmente por el interior, donde el paisaje es muy mediterráneo, con olivos, vides y árboles frutales. Hacia las 18:00 llegamos a Santa Monica y lo primero que hicimos fue dejar las cosas en el albergue en el que nos íbamos a alojar y aparcar la furgoneta en el parking de enfrente, de hecho la podíamos ver desde la ventana de la habitación.

Adolescentes de los noventa, ¿no os trae recuerdos?
A continuación fuimos a la playa, que está a cinco minutos a pie. Ahí mismo, en el propio muelle, hay un pequeño parque de atracciones que seguro que a los amantes de Los vigilantes de la playa les resultará familiar, puesto que es en esa zona en la que la serie está ambientada. Bajo la vigilancia de unos baywatch menos atractivos que los de la tele, nos dimos un baño en pleno océano Pacífico y comprobamos la fuerza de las olas y el frío del viento que te azota al salir. Conclusión: la tele es mentira, no hace ningún calor allí. Después del baño fuimos dando un paseo por Venice Beach, viendo el gimnasio callejero y a gente patinando y andando en bici.

Last sunset in California
Después de habernos desperdigado durante un rato, nos volvemos a juntar y empezamos a buscar un sitio para cenar. Santa Monica es una especie de lugar de marcha un poco peculiar. Se ven grupos de chicos y chicas jóvenes muy arreglados con ganas de emborracharse. Hay restaurantes, bares de marcha y discotecas con un ambiente un poco pijo-lowcost. No sé si me explico... Bueno, el caso es que al final acabamos cenando en un restaurante mexicano y pedimos comida como para nosotros seis y nuestras familias.

Al volver al albergue fuimos a una sala en la que estábamos nosotros solos y Fer nos grabó respondiendo a preguntas sobre el viaje, tipo entrevista, con la intención de montar un vídeo a la vuelta (atención a los extras en este mismo blog). Estuvimos allí un rato, puesto que fuimos poniéndonos todos delante de la cámara, hasta que nos fuimos a las habitaciones, chicos por un lado y chicas por otro. Nosotros estábamos en una con otras cuatro personas, una de las cuales era un viejo asqueroso que dormía en calzoncillos abanderado clásicos, destapado por completo y mirando el móvil todo el rato, con pintas de pederasta (de hecho, le bautizamos como "Pede"). Muy asqueroso el tío. El caso es que aquélla fue nuestra última noche en suelo americano, y además iba a ser muy corta puesto que había que madrugar mucho para llevar a las chicas al aeropuerto.

12 jul 2012

Día 28: San Francisco - Monterey

El jueves 28 nos tocaba abandonar la maravillosa ciudad de San Francisco, quién sabe si para siempre... El caso es que tras el desayuno fuimos a recoger la furgo del parking en el que la habíamos dejado hacía cuatro días y nos pusimos rumbo al sur. Nos dirigíamos a la pequeña ciudad costera de Monterey, a unas dos horas de trayecto. De camino entramos en la zona universitaria de Stanford, en Palo Alto, con la esperanza de ver Google, a Mark Zuckerberg o a Bill Gates, pero no lo conseguimos, por lo que continuamos el viaje hacia nuestro destino.

Al poco tiempo llegamos a Monterey. Es una pequeña ciudad costera muy tranquila, aunque atrae bastantes turistas al cabo del año debido, principalmente, al acuario y a la cercanía del circuito de Laguna Seca. Nos alojábamos en el HI Monterey, un albergue muy del estilo del que veníamos, pero más pequeño y tranquilo, también con cocina, zonas comunes y una habitación muy grande en la que dormíamos los seis, junto con otras dos personas. Comimos en la parte trasera del albergue nuestros últimos sandwiches del viaje y después nos dirigimos al acuario.





Peces y más peces (y algún pájaro) en el acuario de Monterey
El acuario de Monterey es realmente espectacular y creo que merece la pena pagar los 34$ que cuesta la entrada. Para empezar, tiene ese carácter didáctico del que hablaba en los museos Smithsonian en Washington y el museo de la Ciencia de Chicago. Hay una cantidad de animales marinos enorme, y no sólo peces, sino que también hay pingüinos, flamencos y otras especies más que viven próximas al agua. Por otro lado, hay proyecciones, juegos y una parte dedicada a la concienciación sobre el respeto al medio ambiente. La gran pega desde mi punto de vista es que no hay ningún tiburón blanco vivo, que era lo que más ganas tenía de ver, pero nos dijeron que habían tenido uno hacía tiempo pero que comía tanto que resultaba carísimo mantenerlo. Pasamos allí casi toda la tarde, hasta que cerró sus puertas y tuvimos que salir por narices. A Miriam casi le tienen que sacar los de seguridad a rastras porque estaba disfrutando la visita más que nadie...

Una vez fuera, nos dimos una vuelta por el pueblo a pesar de que hacía bastante frío. A mí me recordaba a algún pueblo de las Landas francesas: turístico pero sin haberse vendido, manteniendo un clima tranquilo y sin grandes complejos hoteleros ni edificios altos. Estuvimos buscando alguna tienda donde comprar algo a nuestras familias (ahora que se terminaba el viaje caíamos en la cuenta de que teníamos esa tarea pendiente) y fuimos a tomar algo. Poco a poco fuimos volviendo hacia el albergue porque realmente no había mucho que hacer allí.
Un pueblo tranquilo
Acabamos nuestras últimas provisiones preparando la cena: pasta con tomate y atún. El ambiente del comedor era muy distinto al de San Francisco, mientras en aquel había siempre mucho alboroto y gente joven, éste era más familiar y todo el mundo estaba en silencio mirando sus ordenadores o leyendo. De todas maneras, nosotros montamos una timba de black-jack después de cenar recordando a nuestro querido crupier de Las Vegas, Larry.

El hecho de dormir todos juntos siempre está bien, a pesar de compartir habitación con las hijas de Zapatero y sus ronquidos. A pesar de todo, fue una penúltima noche tranquila...

11 jul 2012

Día 27: San Francisco

Magnífico juego de perspectiva
El tercer y último día completo en San Francisco amaneció con la habitual neblina mañanera. Íbamos a ver la zona norte de la ciudad, que todavía no habíamos visitado. Cogimos un bus y nos bajamos cerca de la calle Lombard, famosa por sus curvas en cuesta, y subimos por ella. Desde allí arriba se puede ver el puerto, que es hacia donde nos dirigimos, bajando una calle muy empinada. Llegamos hasta el Pier 39, que es una zona con mucha actividad comercial y variedad de zonas de ocio. Allí deberíamos haber cogido el ferry que nos llevase a Alcatraz, pero nuestra falta de previsión hizo que cuando quisimos reservar entradas para ir ya se hubiesen agotado porque es necesario comprarlas con bastante antelación, al menos en julio. Así que nos tuvimos que conformar con verla desde tierra firme. Antes de abandonar la zona del puerto, pudimos ver a unos leones marinos tumbados al sol.

El zigzag de la calle Lombard
La temperatura del agua hace que hasta los críos se lo piensen dos veces...
Por la tarde cogimos otro autobús que nos llevó directamente al Golden Gate. La verdad es que es bastante imponente, mucho más de lo que parece en fotos o televisión. Empezamos a cruzarlo y parece mentira lo alto que es, cosa que no se aprecia hasta que estás en él. Hacía muchísimo viento y debido a la niebla, no se podía llegar a ver la parte más alta del puente, lo que por otro lado, le daba un aspecto muy misterioso. Estuvimos caminando por el puente durante un buen rato hacia el norte, pero más o menos en el medio decidimos volver hasta el origen.

Isis con la parte visible del Golden Gate al fondo
Imponente desde cualquier punto de vista
A la vuelta nos hicimos un lío con los buses y nos dimos un buen paseo por la ciudad, aunque finalmente conseguimos llegar al barrio del albergue. No muy lejos de allí está la librería (y editorial) City Lights, fundada por el poeta Lawrence Ferlinghetti y famosa por ser el refugio de la generación beat. Abundan los libros sobre política y obras de literatura independiente, siempre con un punto de vista progresista y provocador. Después de pasar un buen rato ojeando y hojeando el material, me decanto por False Economy, de Frank Beattie. Fer y Eva se quedaron un rato más en la librería y Chino y Miriam se fueron a ver el barrio japonés, mientras que Isis y yo volvimos dando un paseo al albergue. Estuvimos un rato leyendo tranquilamente en la sala común, hasta que fueron llegando los demás.

Una vez que estábamos los seis, hicimos la cena (ensalada y tortilla de patatas) y comimos sin prisa en el comedor. Como era nuestra última noche en San Francisco, salimos un rato a tomar unas pintas a un bar en Union Square, muy cerca del albergue.

10 jul 2012

Día 26: San Francisco

Antes de bajar a desayunar nos despedimos de nuestro compañero de habitación, un alemán muy majete al que bautizamos como Marcus. En el albergue no había habitaciones mixtas, por lo que los chicos estamos en una con cuatro camas y un baño y las chicas igual. El caso es que nos juntamos todos en la sala de desayuno y después de mirar un poco internet a ver qué ha pasado por el mundo y por nuestra tierra, especialmente, vamos por ahí. Como cada mañana, el tiempo es húmedo y la niebla está muy baja, así que salimos con pantalones largos y sudaderas.
Alrededores de Union Square
Muy cerca de nuestro alojamiento está Union Square, y justo allí Niketown (concretamente está en la calle Stockton) una tienda de tres pisos toda de Nike, tanto de vestir como de ropa deportiva. Nos quedamos con los dientes un poco largos, porque era como para salir cargado de bolsas, pero nos limitamos a mirar. 

Aquí se puede ver a un negrete comprando en Amoeba Music SF
Tenemos intención de ir al barrio de Haight, epicentro del estallido hippie en los años 60. De hecho, el ambiente sesentero todavía está presente en sus calles y da la sensación de que alguno de sus vecinos todavía no son conscientes de que hemos cambiado de siglo. Tiendas de segunda mano, centros de marihuana terapéutica, discos de segunda mano, skate... Todo tiene un ambiente que hace que te sientas en medio de un decorado de Forrest Gump y parezca que en cualquier momento te vas a cruzar con Jennie. En una de las tiendas de ropa usada consigo comprar una camiseta de los Bulls de Michael Jordan, algo que buscaba desde Chicago. Tuve que negociar un poco el precio con el dependiente, pero al final conseguí llevármela por unos 15€. De todas maneras, es un buen lugar para encontrar gangas, Isis consiguió unas zapatillas Nike por 20$ muy chulas. Durante la visita a Haight nos habíamos dispersado un poco y nos reunimos en Amoeba, la tienda de discos más increíble del mundo. Se trata de una especie de almacén gigantesco donde puedes encontrar todos los discos que existen y a un precio inmejorable. Muchos de ellos son de segunda mano, lo que hace que sean muy asequibles. Además, está muy bien organizada y es muy sencillo encontrar lo que buscas, y no sólo discos, puesto que también tienen mucho merchandising relacionado con la música. Chino y Miriam compraron unos cuantos discos aunque ahora no recuerdo muy bien cuáles eran, creo que alguno de Eels y My Morning Jacket...

Tras pasar un buen rato disfrutando en Amoeba, fuimos a comer al cercano Golden Gate Park, que no está situado junto al famoso puente, a pesar de que se llamen igual. Estuvimos un rato sentados en el césped dando buena cuenta de la comida que habíamos cogido del desayuno, haciendo concursos de flexiones y tratando de levantar la moral del grupo, por si acaso en algunos momentos decaía. El Golden Gate Park es un parque muy grande, de unos 5 km de largo, que va desde Haight hasta la orilla pacífica de la ciudad y en el que hay diferentes puntos de interés, como un jardín japonés, otro jardín botánico, un mini campo de golf y diversos lagos, así como muchos senderos por los que caminar, correr o andar en bici. Además, como en todos los parques urbanos de Estados Unidos, la gente aprovecha para hacer multitud de deportes. Chino y Miriam entraron al jardín japonés, pero el resto nos quedamos fuera esperándoles porque no nos motivaba tanto como para pagar los 7$ que valía la entrada. Si alguien tiene interés en saber qué tal está, que se ponga en contacto con ellos.
Otoño permanente en el barrio de Sunset, al abrigo de Twin Peaks.
La niebla nos empieza a comer y cada vez hace más frío, así que salimos del parque por el sur y nos adentramos en el barrio de Sunset, que es una zona principalmente residencial. Encontramos una tienda de cómics muy molona donde me compré una camiseta de los 4 Fantásticos y a continuación hicimos un parón para tomar un cafecillo que templase nuestros cuerpos, porque nadie diría que estábamos en pleno mes de julio. Finalmente, cogimos el bus 71 que nos llevaba a la zona del albergue y fuimos contemplando la ciudad durante el trayecto, con sus cuestas y sus casas de listones horizontales de madera de colores, como tantas veces hemos visto todos en las películas.

Compramos unas cervezas en una licorería que está junto al albergue y nos ponemos a hacer la cena mientras otros hacen la colada. Recuerdo que en este momento estuvimos hablando de que, tras tantos días de viaje, llega un momento en el que ya no te sientes de vacaciones, sino que parece que ése es el estado natural. Te acostumbras a la rutina que has generado de desayunar, salir por ahí, ver cosas, comer en algún parque, dormir con otras personas... Y no lo digo como algo malo, sino que es curioso no verte a ti mismo como un turista, sino que incluso entonces sientes una cierta inercia. El caso es que entre tanta reflexión, la cena estaba lista y nos pusimos a cenar, mientras una loca que merodeaba por ahí no metió una brasa espectacular y a Chino incluso le tiraba los trastos.
Diversión a raudales con Jenga...
... aunque no para todos.
Estuvimos un rato jugando a Jenga esperando a que terminara la colada y la partida se puso tan interesante que se nos pasó la hora y el cuarto de las lavadoras cerró con nuestras cosas dentro. Con su habitual amabilidad (ironía), el personal del albergue acabó accediendo a abrirnos la puerta para que sacáramos las cosas. Al volver al cuarto nos encontramos con Luis el filipino, nuestro nuevo compañero de habitación. Un tío majete, aunque un poco brasas. Al cabo de un rato, el tío acabó por callarse y dejarnos dormir.

9 jul 2012

Día 25: San Francisco

El desayuno del albergue está bastante bien, aunque muy poblado, y nos cuesta un buen rato hacernos un hueco, pero finalmente podemos sentarnos y desayunar todos juntos. Como ya viene siendo habitual, nos hacemos unos bocadillos con la comida del desayuno y nos los llevamos para almorzar más tarde.
Un buen lugar para un buen lector
La primera parada del día es el barrio de Mission, al cual llegamos con el metro desde Powell Station. Se trata de una zona eminentemente hispana, hasta el punto de que a veces parece que estemos en México. Como es bastante temprano, todo está bastante tranquilo y apenas se ve gente por la calle. Nos dirigimos a Adobe Books, una librería bastante famosa por el apoyo que ha mostrado desde sus orígenes a los artistas y escritores emergentes. Nos pegamos allí un buen rato rebuscando entre las estanterías, viendo libros de todo tipo y a precios bastante interesantes. Yo me compré "A long way down" (En picado), de Nick Hornby.
Barrio de Mission
San Francisco: legado español everywhere
No muy lejos de allí se encuentra Dolores Park, en cuyo césped pasamos un buen rato. Es un sitio bien chulo, hay gente haciendo deporte, merenderos, mendigos con sus carros de la compra llenos de cosas, modernos, gays... El parque recoge muy bien lo que es San Francisco: una ciudad absolutamente diferente al resto del país, donde la rectitud y la seriedad apenas tienen cabida. Además, desde Dolores Park, hay unas vistas espectaculares de la propia ciudad, muy aprovechadas por la industria cinematográfica local. Continuamos nuestro paseo por Valencia Street, una calle con restaurantes y tiendas, siempre con un aspecto muy bohemio, además según pasan las horas vemos cómo la ciudad se va animando y el silencio de las primeras horas empieza a dar pie a la agitación que esperábamos ver. En Valencia St. se encuentra uno de los lugares más sorprendentes de la ciudad: una bocacalle cuyos muros están completamente cubiertos de graffitis, como si se tratara casi de un improvisado museo callejero.

San Francisco desde Dolores Park... mola
Fertxo con cara de resaca y muy bien acompañado en Dolores Park
Amables y pacíficos mendigos abarrotan las calles de San Francisco
Muy cerca de esta zona está el barrio de Castro, abiertamente gay y lugar de nacimiento de Harvey Milk. Las banderas multicolores están por todas partes y las tiendas son, básicamente, de ropa y peluquerías. Se ha convertido en una zona de gran interés turístico para gente de toda condición sexual, pero desde luego, abundan los viandantes gays. Me resulta difícil hacer una valoración del barrio desde mi punto de vista (y más aún cuando apenas salimos de la calle principal), pero me pareció un tanto frívolo y superficial, centrándose en la imagen más estereotipada de "lo gay", sin profundizar en lo importante que fue ese barrio para la aceptación de los homosexuales en todo el mundo, y quedándose con las peluquerías, sexshops y ropa moderna. Sin alejarnos mucho de Castro, nos tomamos una cerveza en el Café Flore, bien tranquilos y disfrutando de una soleada tarde.


Tres ejemplos de arte callejero en el barrio de Mission
No sé dónde habíamos leído que, no muy lejos de allí, había un bar llamado Zeitgeist (en el cruce de Valencia con Duboce) que tenía muy buena pinta, así que decidimos buscarlo. Se trata de un bar con una terraza interior muy grande y con buenos precios. Tiene una estética muy underground, y puede recordar un poco al patio del Antic Teatre de Barcelona, aunque con un punto más rockero y decadente. Guardo un buen recuerdo del rato que pasamos allí, y una de las pocas decisiones de las que me arrepiento de haber tomado a lo largo del viaje, es de habernos ido cuando lo estábamos pasando muy bien sólo porque habíamos dicho en el albergue que iríamos a la "noche de pizza y película". Creo que cortamos lo que podía haber sido una noche divertida bien pasada por cerveza. El caso es que nos fuimos y vimos Bullit comiendo pizza tirados en unos sofás (alguno llegó a roncar en algún momento de la película), y después ya no nos fuimos del albergue.

5 jul 2012

Día 24: Oakdale - San Francisco

Después de haber pasado la noche sorprendentemente bien, teniendo en cuenta de que me tocaba dormir en el suelo, recogemos las cosas y nos disponemos a salir del motel. Contra todo pronóstico, no amanece ningún cadáver flotando en la piscina, aunque sí que hay un gordo dándonse un baño. Antes de montarnos en la furgo, tuvimos una reveladora visión. Pudimos comprobar con nuestros propios ojos qué hace que una familia entera esté obesa (me refiero a nuestros vecinos de motel): comer mierda desde que sale el sol. Es bastante triste que los cuatro miembros de una familia (padre, madre, tía e hijo) estén súper-pasados de peso, pero lo que resulta increíble es ver su habitación por dentro llena de restos de restaurantes de comida rápida, refrescos, chucherías, cajas de pizza... y encima ya estaban desayunando helados.

Curiosamente, los del motel nos dieron unos tickets de desayuno en McDonalds. El caso es que fuimos a ver qué había, y así a ojo, diría que el desayuno propuesto debía tener unas 2.000 calorías. No es que sea un maníatico de la alimentación ni nada de eso (podría parecerlo leyendo esta entrada), pero en unos pocos minutos tuvimos una clara explicación al porqué de la cantidad de obesos que hay en Estados Unidos.
Esto es lo primero que se ve de SF llegando desde Oakland
Bueno, el caso es que después de haber desayunado, cogimos la furgo y nos pusimos rumbo a San Francisco o, como la llaman algunos beatniks trasnochados, Frisco. Estábamos a unas dos horas, por lo que el viaje se hace bastante corto. San Francisco se encuentra en una bahía, por lo que la parte final del viaje es un tanto enrevesada, y accedemos a ella cruzando un enorme puente, con un buen atasco montado y pagando el peaje correspondiente. Llegar al albergue no resulta complicado con el gps, aunque sí que tenemos que dar más vueltas para encontrar un parking donde nos guarden la furgoneta durante los cuatro días que vamos a estar en la ciudad. Finalmente, la dejamos en uno bastante cercano al albergue y a buen precio, aunque ahora no recuerdo cuánto pagamos.

Hogar, dulce hogar
El albergue está en la calle Mason 312. La verdad es que está bastante bien, es del estilo del de Chicago, aunque éste tiene ese punto bohemio-underground-hippie que tan presente está en San Franciso, y todo sea dicho, un personal bastante desagradable. Una de sus principales virtudes es lo bien situado que está en la ciudad, en pleno centro, en una zona tranquila y muy bien comunicada con el resto de puntos de interés de la  ciudad. Lo primero que hacemos es dar una vuelta por el barrio, en torno a Union Square, que es uno de los centros de la ciudad. Miramos alguna tienda de ropa cercana, porque la (poca) que traíamos de Pamplona empieza a dar un poco de pena, especialmente la de Chino, quien se compró unos pantalones bien chulos por pura necesidad. Después de varios días comiendo sandwiches, decidimos ir a comer a un chino muy del estilo de lo que es habitual en España.

Empezamos la tarde yendo hacia el Chinatown, uno de los más grandes y llamativos de Estados Unidos, aunque como yo digo: "Chinatown, visto uno vistos todos". Lo que sí que es cierto que éste tiene un punto diferente, gracias especialmente a las cuestas y los tranvías. Poco a poco, fuimos girando hacia el este y acabamos en el puerto de la ciudad, desde donde hay unas bonitas vistas de la bahía, aunque nada comparadas con las que ofrece la orilla norte (a la que iríamos otro día). Volvimos hacia nuestro barrio por Market St. observando lo que nos rodeaba. A pesar de que todavía no habíamos visto nada, ya empezamos a notar que el ambiente de SF es diferente a todo lo que habíamos visto hasta entonces. De alguna manera, da la sensación de que aquello no está en el mismo país. Durante el camino por Market St. (de la cual dicen que es algo peligrosa cuando se pone el sol, aunque nadie lo diría en plena tarde) echamos el ojo a alguna tienda de zapatillas y ropa, pero no nos llegamos a detener en ninguna.
Tranvía: caro, lento, lleno de gente... pero muy carismático
El Chinatown de SF: igual que todos, pero el mejor.
Fachada este de la ciudad desde el muelle
Como íbamos a estar varios días en la ciudad, decidimos ir a un supermercado a hacer una compra seria para así ahorrar un poco. Sorprende lo difícil que es encontrar un supermercado por allí cerca, incluso a la gente le choca cuando le preguntamos dónde hay uno. Tras casi media hora de caminata, llegamos a uno y compramos bastantes cosas para sobrevivir durante cuatro días. No resulta nada barato, de hecho comparativamente, comer de restaurantes no es mucho más caro (creo que esta reflexión ya la había hecho en Chicago, ¿no?).

A partir de media tarde, es muy habitual que la niebla se eche sobre la ciudad. Además, no hacía ningún calor a pesar de estar en pleno mes de julio. No sé si es por las corrientes marinas, por estar en una encrucijada de vientos o por qué motivo, pero el clima de San Francisco es bastante cruel: húmedo y frío casi todo el año. El caso es que, cargados de bolsas, volvimos al albergue y organizamos la comida en las neveras comunes. Cerveza en mano y con toda la calma del mundo, viendo como fuera va anocheciendo, nos ponemos a hacer la cena en la cocina del albergue. Como manteníamos nuestros horarios españoles, para cuando nos pusimos a cenar ya estábamos casi solos en el comedor, lo cual se agradece bastante.

Había una sala común donde la gente esaba tirada en unos sofás mirando sus portátiles, leyendo, hablando por teléfono... nosotros nos hicimos dueños y señores del ala sur y nos pegamos un buen rato jugando a Jenga, montando un buen escándalo, la verdad. 

2 jul 2012

Día 23: June Lake - Oakdale

Finalmente, no nos comió ningún oso y pasamos una noche de lo más tranquila en aquel bungalow en medio del monte. Se notaba que estábamos en una zona más templada y de mayor altitud, pues por fin sentíamos el fresquete mañanero mientras tomábamos un café aguado en el porche escuchando los gritos de una vieja loca que decía que hacíamos mucho ruido.
Entrada este al parque, ¡con nieve en las cumbres!
Cuando ya estábamos listos, nos montamos en la furgo y nos dirigimos hacia el Parque Nacional de Yosemite (pronúnciese yo-sé-mi-ri). En pocos minutos estamos en la puerta de entrada y nos sorprende un enorme atasco de coches. Es un sábado de julio, y estamos en uno de los principales puntos de interés turístico del país, por lo que los coches se acumulan en la entrada. Con paciencia y buen humor acabamos entrando en el parque y enseguida nos damos cuenta de que en un día apenas vamos a poder abarcarlo. Se trata de una extensión de unos 150km de largo por 100km de ancho, con muchísimas rutas alternativas y los enclaves más solicitados bien dispersos por todo el terreno. Además, más allá de las vistas el parque ofrece un montón de actividades para disfrutarlo en profundidad: escalada, rutas en bici, senderismo, rafting... Si alguien está pensando en visitar Yosemite mi consejo es que alquile una caseta en alguno de los muchos campings que hay dentro del propio parque y que pase allí varios días para así poder disfrutarlo en toda su amplitud.

El Capitán.
Una vez que accedimos por la entrada este (habiendo asumido ya que lo cruzaríamos de este a oeste sin llegar a profundizar en él), tomamos la carretera 120 y fuimos adentrándonos en la espesura. Insisto en que el parque, de primeras, puede resultar abrumador dadas sus dimensiones, además, al revés que en otros parques nacionales, aquí sí que está permitido moverse con el vehículo propio (y curiosamente, fue el único en el que tuvimos que hacer colas). Tras ir avanzando durante un buen rato y haciendo paradas para sacar fotos de los impresionantes paisajes, acabamos llegando al Yosemite Village, que es el centro del parque, y donde está el centro de visitantes, desde el cual surgen las principales rutas para excursionistas.

Pinos, robles, granito, cascadas, ríos...
Desde allí fuimos caminando un rato viendo las impresionantes cascadas, las cimas de granito y los bosques de robles. No me extraña que este paisaje resultara la inspiración de Ansel Adams, de quien por cierto, compramos una lámina en la galería que lleva su nombre. También tuvimos tiempo para pararnos un rato en una playa de césped junto al río y bañarnos en el agua más fría de todo el viaje. Las vistas de las principales montañas del parque son dignas de verse. Los fans del Gran Turismo disfrutarán viendo El Capitán, y el Half Dome no dejará indiferente a los amantes de la escalada. Os recomiendo ver este vídeo en el que Alex Honnold escala su pared vertical de más de 600m sin cuerdas.

Teníamos intención de dirigirnos a la salida sur, donde está el parque de las secuoyas, pero no calculamos bien el tiempo y nos dimos cuenta de que iba a resultar imposible, así que decidimos abandonar el parque al final de la tarde por la salida oeste. Sentí una cierta frustración por no haber podido explorar el parque más detenidamente, habiendo reservado una cabaña en su interior para practicar todas las actividades propuestas. De todas maneras, me alegro de haber podido verlo y, al menos durante un día, haber formado parte de aquel majestuoso paisaje.

Lástima no poder captar el ruido del agua
Prados y montañas
El Half Dome, la mayor pared de granito del país.
Nuestro próximo destino sería la ciudad de San Francisco, pero no teníamos intención de llegar aquella misma noche, así que decidimos parar en algún pueblo de camino y dormir en un motel. Según nos alejábamos de Yosemite veíamos cómo el paisaje se iba haciendo más mediterráneo, ya que éste es el clima típico de gran parte del estado de California. Decidimos parar y preguntar en Oakdale, un pueblo de paso a medio camino entre el parque y San Francisco. Tras un par de negativas, alquilamos una habitación (también para cuatro personas) en un motel con una pinta aceptable, y con una piscina muy sórdida en medio del parking. Con las cosas en la habitación, dimos una vuelta por el pueblo buscando algún lugar para cenar, y finalmente aquel amable payaso con nombre escocés que tantas veces nos ayudó en la primera mitad del viaje, volvió a suministrarnos comida de calidad media-baja a un precio de sobra conocido y consensuado.

Aquella noche tuve por primera vez la sensación de que el final del viaje estaba cerca. Todavía nos quedaba una ciudad increíble por descubrir, pero el escaso espacio en la tarjeta de memoria de la cámara me decía que llevábamos mucho más de lo que faltaba. Antes de dormir nos enteramos de que había muerto Amy Winehouse y de algún otro escándalo del señor Camps. Qué lejos quedaba todo desde nuestra despreocupación...

1 jul 2012

Día 22: Las Vegas - June Lake

El día 22 fue duro, muy duro. A las 8:00 teníamos que salir del hotel y ponernos rumbo al Parque Nacional de Yosemite, lo cual no hubiese sido tan traumático si no hubiésemos tenido aquella persistente resaca, la cual se cebó especialmente en el sector masculino del equipo. Teníamos que hacer honor a la película, estaba en el guión. El caso es que, penosamente y con gafas de ver (no de sol), nos pusimos en marcha. Hoy le tocaba conducir a Miriam, así que agarró el volante y se dispuso a conducir durante muchas horas, ya que nuestro destino se encontraba a unos 500 km.

Eva, patrocinada por Coca-Cola
Mientras dábamos vueltas para salir de Las Vegas (a pesar de que Miriam es una estupenda conductora, las autopistas de 7 carriles no resultaron fáciles de sortear), nos dimos cuenta de que hay más vida más allá de The Strip, y es una ciudad real, con colegios, hospitales, parques y zonas residenciales. Finalmente, pudimos encontrar el camino de salida de aquel laberinto de asfalto y empezamos a adentrarnos en el desierto. A los pocos kilómetros paramos en un área de servicio para desayunar. Al seguir dentro del estado de Nevada, donde el juego está permitido, hasta la gasolinera estaba llena de máquinas tragaperras. Nos sentamos y pedimos unos platos combinados bien calóricos y los comimos rodeados de militares, ya que estábamos muy cerca de una base del ejército. Cometí el error de volver a la furgoneta sin haber pasado por el baño...

El paisaje era desolador, desierto a ambos lados. Durante un rato estuvimos pensando en desviarnos un poco del camino más directo y atravesar el Death Valley (una zona que está por debajo del nivel del mar y donde se han localizado las máximas temperaturas en la historia del país), pero finalmente decidimos esquivarlo y seguir recto. Mi aparato digestivo estaba pidiéndome a gritos finalizar su proceso natural, pero en medio del desierto las áreas de servicio no abundan, así que tuve que hacer un increíble ejercicio de autocontrol hasta que, milagrosamente, vislumbramos un pueblo perdido de carretera con el mejor baño de todo el estado (perdón por el escatológico episodio, pero una crónica realista de mi viaje a Estados Unidos no podría obviar este momento de sufrimiento extremo).

Vegetación, montañas, aire fresco... Goodbye Mojave!
El desayuno había sido potente, por lo que no fue necesario parar para comer y pudimos continuar el viaje enlazando la mañana con la tarde. Según avanzábamos, veíamos cómo el paisaje iba cambiando y el desierto iba remitiendo, dando lugar a una mayor vegetación. Incluso se veían altas montañas con nieve a lo lejos.

Hacia media tarde habíamos llegado a las inmediaciones de Yosemite, ya en el estado de California. Al ser viernes, la ocupación hotelera era muy alta y no habíamos reservado nada, así que no fue fácil encontrar un sitio donde dormir. Dimos bastante vueltas y visitamos varios campings y moteles cercanos al parque, sin suerte hasta que en uno de ellos, una señora nos propuso que volviésemos unos pocos kilómetros hacia atrás hasta llegar a una especie de motel rural en el que podían tener alguna habitación disponible. Y eso hicimos.
June Lake, la recompensa a un duro día
El motel estaba junto al June Lake, en un entorno espectacular donde volvimos a sentir el fresco. Nos alquilaron un bungalow para los seis y además teníamos una piscina climatizada prácticamente para nosotros solos. El duro día acababa de una manera inmejorable. Antes de cenar, decidimos acercarnos al lago y darnos un baño mientras el sol se iba metiendo. El agua estaba fría, pero de nuevo aquel fue uno de esos momentos mágicos del viaje que resultarán difíciles de olvidar. Tras el baño, fuimos a la piscina del motel y nos dimos un baño, solos los 6, en agua caliente. La verdad es que no nos merecíamos semejante recompensa, pero así es la vida...
Fer, luciendo moreno-paleta en June Lake
Tras la sesión relajante, fuimos al bungalow y nos preparamos algo para cenar: sopa de sobre, nachos con salsas y yogur. Estuvimos viendo un rato CSI en la tele, pero en seguida nos entró sueño y fuimos a dormir. Nos habían avisado de que los osos acostumbran a bajar hasta el parking a buscar comida, por lo que no es conveniente dejar comida en los maleteros. El grosor de las paredes hizo que no durmiese muy tranquilo sabiendo que había osos rondando por ahí afuera...

Billar, piscina climatizada... Dios existe