1 jun 2012

Día 1: Washington DC

Y por fin, a media tarde, llegamos al albergue. Estaba bastante bien situado, en una zona residencial tranquila y no muy lejos de los puntos de interés de la ciudad: 15' de la estación de trenes, 30' del capitolio (todo esto a pie) y con autobuses frecuentes que paraban en la misma puerta y te dejaban en pocos minutos junto a la Casa Blanca. Nos recibió Russell, un negrata de película que se pasaba el día mirando facebook y bebiendo litros y litros de bebidas de colores extraños, lo cual explicaba que estuviese así de hermoso. Era un tío tranquilo que nos explicó con todo lujo de detalles (y nada de prisa) los principales puntos de la ciudad, y también nos hizo descalzarnos porque no se podía llevar zapatos en el albergue.

El momento de sentarme en la cama, dejar la mochila y darme cuenta que ya había pasado lo peor fue espectacular. "Ahora sí", pensé. Al salir a la calle nos dimos cuenta de algo que nos sorprendió bastante: estábamos en un barrio de mayoría negra. Fue mi primer contacto con la segregación racial de EEUU. Todos a nuestro alrededor eran negros, muchos de ellos muy gordos y comiendo comida basura (patatillas, refrescos, dulces...) y los pocos blancos no parecían tener un nivel de vida muy alto. Nos dimos cuenta de que aquello no era casualidad, porque mientras el autobús nos llevaba hacia la Casa Blanca se iba viendo gente de otras razas y las calles estaban mejor cuidadas. La idea que yo tenía era mucho más arracial, no creía que entre blancos y negros hubiese tanta diferencia socio-urbanística o como quieras llamarlo...

Aquí vive Obama, pero no pudimos jugar a basket con él
Todos hemos visto la Casa Blanca en televisión miles de veces, pero al verla en directo sorprende que es un edificio bastante austero, al menos teniendo en cuenta que es el hogar del presidente de los EEUU. Quiero decir que he visto casas particulares más ostentosas en Mallorca. Realmente no tiene nada que llame especialmente la atención, pero lógicamente se ven muchos turistas por ahí. Justo en frente había un tío de rasgos árabes gritando al viento en su idioma y rodeado de carteles sino amenazantes, al menos inquietantes para un estadounidense. Lo chocante es que yo pensaba que este tipo de comportamientos serían duramente reprimidos por las autoridades, sin embargo el tío campaba a sus anchas y nadie hacía nada para impedírselo, lo cual, dada la imagen que tenemos de los polis norteamericanos, era lo que se hubiese esperado.

Acojona, ¿que no?
Enseguida notamos que Washington DC es un destino común para estadounidenses. Como el día 4 de julio estaba cerca, se veía mucho turista nacional en familia, muchos más que extranjeros. Y es que la verdad es que no es una ciudad realmente llamativa para alguien de fuera del país, salvo por los museos (que comentaré mañana, día 2).

Esto vio Forrest Gump al volver de Vietnam, entonces el lago tenía agua
Durante el resto de la tarde seguimos caminando y nos dimos un voltio por un parque donde había multitud de monumentos que rememoraban diferentes aspectos de la historia nacional, como el monumento a Lincoln, el recuerdo a la 2ª Guerra Mundial, a Vietnam, el obelisco, el memorial a F.D. Roosvelt y así. Son muy sentidos con sus expresidentes estos americanos, no me veo yo un monumento desproporcionadamente grande a Aznar o a Zapatero. El sentimiento nacionalista se respiraba en el ambiente y los visitantes de Alabama, Dakota del Sur y Nebraska se la gozaban y se hinchaban de orgullo, mientras el parque se llenaba de luciérnagas al ponerse el sol (muy bonito todo, la verdad). Nosotros apenas nos teníamos en pie y un taxista asiático nos llevo a Georgetown, una zona universitaria, donde supuestamente se puede salir a echar unos tragos y cenar. Eso hicimos (lo segundo): una hamburguesa con patatas fritas. Donde fueres haz lo que vieres, ¿no? Y 45 horas después, nos metimos de nuevo en una cama. Cada uno en la suya, se entiende...

No hay comentarios:

Publicar un comentario