24 jun 2012

Día 16: Los Angeles

Yo, en la puerta del infierno
Nos despertamos pronto con la intención de salir de aquella habitación infame lo antes posible. La ducha fue para echarse a llorar, no me atrevía a tocar nada, estaba sucia y olía mal. En fin, en unos minutos estábamos ya fuera del albergue, con intención de conocer algo más de aquella extraña ciudad. Desayunamos en una cafetería cercana y vamos a por la furgo, porque está claro que en L.A. no puedes hacer NADA si no tienes vehículo propio, ya que las distancias son enormes y no hay apenas transporte público.

Enseguida llegamos al downtown y nos sorprendimos mucho al ver que estaba tomado por mendigos. Pensábamos que la zona de los rascacielos y el distrito financiero sería una zona apacible, pero todo lo contrario, no se ve actividad comercial ni turística, sino que es como una especie de imagen post-apocalíptica en la que los vagabundos se han hecho con el control de las calles. Y en ese entorno tan tranquilizador, pinchamos una rueda. Después de un buen rato intentando localizar por teléfono a los de la compañía de alquileres y de pensar qué hacer, Chino acaba por poner en práctica sus conocimientos de mecánica y cambia la rueda pinchada. De todas formas, tenemos que volver al lugar donde la cogimos para que nos la cambien. Al menos no nos pusieron ninguna pega y nos dieron otra furgoneta, esta vez una Chrysler Voyager, que es prácticamente igual a la que teníamos.

Un momento cualquiera en un punto de Sunset Blvd.
Con la nueva furgo, nos dirigimos hacia Sunset Blvd. donde habíamos quedado con Mar y Borja, unos amigos de Eva que estaban viviendo el L.A. Comemos con ellos en una terraza una hamburguesa con patatas y refresco (interesante el concepto de "refill" para las bebidas). Después nos hicieron de guías turísticos y, siguiéndoles en el coche, nos fueron enseñando los principales lugares de interés. Pasamos por Echo Park (lugar de residencia de Mark Oliver Everett, líder de Eels), una zona algo más "indie" dentro de la gran ciudad. También subimos al Observatorio Griffith, desde donde se ven las famosas letras de Hollywood y hay unas vistas chulísimas de toda ciudad. Al bajar, pasamos por Beverly Hills y Merlose Place y fuimos admirando las mansiones a izquierda y derecha. Creo que nunca había visto un contraste tan claro entre multimillonarios y pobreza en tan pocos kilómetros de distancia. L.A. refleja como pocos lugares los pros y contras del capitalismo.
¿Hace falta que diga algo aquí?
Según caía la tarde, volvimos al downtown para ver un concierto gratis en una plaza, aunque al final no lo vimos. Preferimos ir a comer unos tacos ultra-picantes a un puesto callejero (su pincháis aquí, lo podéis ver en el minuto 1:18) y luego a un bar a tomar unos cubatillas, aunque desde luego no tienen nada que ver con los que sirven en nuestro país. Era curioso ver a través del cristal a los mendigos vagando por las calles con sus carros de la compra llenos de cartones.

Insisto: esto no es una ciudad
En aquel bar pusimos punto y final a nuestra relación con L.A. ya que al día siguiente bien temprano saldríamos en dirección al este. La sensación que me dejó esta ciudad fue muy desconcertante, ya que no responde en absoluto a la idea de ciudad que se suele tener. Son avenidas kilométricas, sin vida en sus aceras, basada en los coches, sin un centro claro, enormes contrastes... no sabría decir si es un lugar fundamentado en la hipocresía o todo lo contrario, la sinceridad más absoluta, con toda su crudeza. A nadie parece importarle lo que le rodea.

2 comentarios:

  1. ¡Como mola la reflexión final!

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  2. Se te ha olvidado comentar que vimos al hermano mayor de "Malcolm in the middle" en una cafetería. No podíamos abandonar L.A. sin ver a un famoso.

    Mar y Borja nos solucionaron el día haciendo de guías despues de perder media mañana con el pinchazo. Menos mal que Chino supo cambiar la rueda.

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