29 jun 2012

Día 20: Kanab - Las Vegas

Todo lo malo se acaba, así que finalmente llegó la mañana y salimos de la habitación de los horrores. Desayunamos en el motel, con cuidado de que el dueño no viese que éramos seis, ya que le habíamos dicho que éramos cuatro.

Isis en Zion National Park
En seguida nos pusimos en marcha en dirección al Zion National Park, que es un parque natural enorme situado alrededor del Cañón Zion. Es un lugar perfecto para los amantes de la naturaleza, la geología, la historia (hay pinturas rupestres) y la escalada. Al igual que el en Gran Cañón, hay que dejar el coche en un parking a la entrada y desplazarse por el parque en autobús. Nos montamos en uno y fuimos adentrándonos en el paisaje hasta que nos bajamos en un punto por el que pasaba un río. Estuvimos allí gran parte de la mañana, bañándonos en agua helada y descansando en la orilla. Isis todavía no se encontraba muy bien, aunque estaba mejor que la noche anterior, por ello nos quedamos allí sentados mientras los demás subían un poco por el cauce del río. El parque en cuestión es espectacular, pero creo que para disfrutarlo de verdad hay que ir con intención de pasar allí varios días, ya que de lo grande que es, es difícil abarcarlo sólo en una mañana.

Al mediodía nos volvimos a juntar todos para comer. Nos sentamos en una sombra en la entrada y acabamos con los últimos restos de comida que nos quedaban: sandwich, para variar. Tuvimos que dar unas cuantas vueltas para encontrar la furgo porque no nos acordábamos dónde habíamos aparcado, pero al rato apareció justo donde la habíamos dejado...

Nuestro próximo destino era de lo más excitante: Las Vegas. Nos separaban unas tres horas de carretera, que pasaron rápidamente. Nos llamó bastante la atención lo sucio que está el desierto de Mojave en las inmediaciones de Las Vegas, lleno de cristales y basura. Desde unos cuantos kilómetros antes de llegar ya se podían ver los edificios más altos de la ciudad, entre los que destacaba especialmente el hotel Stratosphere, que era en el que nos íbamos a alojar.

Lo primero que hacemos es comprobar que, para el turista, todo son facilidades. Dejamos la furgo en un parking junto al hotel que es gratis, cosa poco habitual en Estados Unidos. A continuación, entramos en el hotel y, antes de ver incluso la recepción, nos encontramos con máquinas tragaperras, mesas de blackjack, de póker... Y es que todos los hoteles son, a su vez, casinos. El objetivo de la ciudad es atraer turistas, por lo que los precios de los alojamientos son tirados. Pagamos 58$ por dos noches en una habitación doble. El hotel está muy bien, las habitaciones son enormes, con baño propio, todo muy limpio e incluso tiene una piscina y un mini parque de atracciones en la azotea.
Hotel + casino + piscina + parque de atracciones

Después de darnos una ducha y arreglarnos un poco (más bien poco), salimos a dar una vuelta y ver la ciudad. El calor es indescriptible, nunca había sentido tanta sensación de calor seco y desértico. El viento es sofocante, hasta tal punto que yo pensaba que el aire que nos pegaba en la cara sería el que sale de algún extractor o algún aire acondicionado. Cuando ya se había puesto el sol la temperatura no bajaba de los 35ºC. Cenamos una pizza de camino al centro de la ciudad. La mayor parte de los casinos y de la diversión de la ciudad se concentra en una calle larguísima llamada Las Vegas Blvd, o simplemente The Strip.

De primeras, te das cuenta de que aquello es totalmente diferente a cualquier otra ciudad que haya podido ver. Es un lugar al que la gente va a pasarlo bien, pasan limusinas, motos a toda velocidad, carteles de espectáculos, conciertos, stripteases... Recuerdo que entramos a un 7-11 para comprar unas cervezas para el camino y, al salir, le preguntamos al tío de la tienda (que, por cierto, le tiraba los trastos a Fer descaradamente) si se podía beber en la calle. A lo que él respondió: "Claro amigo, ¡estás en Vegas!" Con las cervezas en la mano fuimos bajando por The Strip mirando hacia izquierda y derecha flipando con lo que se veía. Tras un buen rato caminando, entramos al casino Treasure Island, ambientado como una película de piratas. Nadie te pone pegas si entras con una lata de cerveza de la calle y, por supuesto, la gente fuma dentro del local, donde el aire acondicionado incita a no querer salir.

Los primeros 20$ que aposté al blackjack los perdí en menos de 5 minutos. Como un auténtico pardillo, el crupier me desplumó antes de que pudiera pedirme nada para beber. Realmente en los casinos de Las Vegas no se paga por beber ya que, mientras estás sentado jugando, van pasando camareras que te traen lo que les pides, aunque como tengas un par de malas manos seguidas, te quedas sin nada. Tras el fiasco del Treasure Island fuimos al Venecia y al Palazzo. Yo no volví a jugar aquella noche, tenía que recuperarme del shock, pero la verdad es que resulta complicado no dejarse llevar por los neones y las músicas diseñadas para que te dejes los cuartos.
Luces hasta donde alcance la vista
Después de unas cuantas horas dando vueltas por aquella zona, decidimos volver al hotel. Subimos al observatorio que hay en la azotea, desde donde hay unas vistas muy chulas de toda la ciudad, especialmente de noche. Además, hay una pequeña montaña rusa, una caída libre y alguna otra atracción que están abiertas día y noche. A pesar de que el edificio era menos alto que el Empire State Building o la Torre Hancock (ver entradas de Nueva York y Chicago), la oscilación se notaba mucho más, así que no tardamos en volver a tierra firme. Antes de ir a dormir, Chino decidió echar otro blackjack en el casino del hotel y esta vez sacó algo de dinero.

1 comentario:

  1. ¡Cómo mola la foto de Isisdora!¡Qué de coló!
    ¡Awoodstock me habría ligado al dependiente de VE(r)GAS!

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