A las 6 de la mañana del duodécimo día me llegó un mensaje de Isis (véase entrada anterior) diciéndome que no ha podido cumplimentar correctamente la ESTA porque al rellenarla, dijo que sí que había hecho servir en alguna ocasión su inmunidad frente a un tribunal. Bueno, pues sólo por esto, le denegaron el visado y ya no podría entrar en los Estados Unidos. Además, por muy evidente que fuera que había un error, el proceso de revisión y corrección llevaba unos días, los suficientes como para que no le diera tiempo a coger el avión el día 15. Había llamado al consulado, a la embajada, a la compañía aérea y todos le dijeron que era imposible solucionar el problema en el tiempo que teníamos. Total, que con este panorama ya no pude dormir, así que fui al ordenador a ver dónde estaba la embajada española a ver si nos podían ayudar. Apunté la dirección y salí con Fer para allí (Chino estaba durmiendo, cómo no...).
Con los nervios y las prisas, me dejé el papel con la dirección en el albergue, así que después de un rato caminando, tuvimos que volver porque nos habíamos perdido. Esta vez sí que cogí bien la dirección y Chino se apuntó a la expedición. La embajada no estaba lejos del albergue, aunque más que la de España parecía la de México. El caso es que no tenían ni idea de lo que les hablaba, estaban bastante perdidos y no pudieron ayudarnos. Cuando salimos, volví a llamar a Isis para decirle que no había avanzado nada y me dijo que acababa de recibir un correo de diciendo que le anulaban el formulario erróneo y, por lo tanto, problema solucionado. Las cinco horas que pasaron desde que me desperté hasta este momento fueron las peores de todo el viaje, la verdad es que fue agónico, pero al verlo todo arreglado nos dio un subidón a los tres.
La Torre Willis desde la playa |
Fue en ese momento cuando nos dimos cuenta realmente de que estábamos en Chicago y que era una ciudad espectacular. Entre que habíamos llegado de noche y no se veía nada y los líos burocráticos de la mañana, apenas habíamos reparado en nuestro alrededor. Estábamos en medio de la Avenida Michigan, hacía buen tiempo y teníamos tres días por delante para disfrutar de una ciudad increíble, recuerdo ese instante como uno de los más felices de la aventura.
Aunque Chicago está en el interior del país, está situada a orillas del lago Michigan lo que hace que, prácticamente parezca una ciudad costera. Hacía muchísimo calor, así que decidimos empezar el día yendo a una playa que había no muy lejos de allí para darnos un baño. El agua es dulce, obviamente, y está congelada porque el clima en esta zona del país es muy extremo y el lago pasa helado gran parte del año, así que nunca llega a calentarse del todo. La sensación de estar en la playa con la vista del skyline de Chicago al fondo no tiene precio. Después de pasar un rato al sol, decidimos volver a la civilización para conocer un poco mejor la ciudad. Pasamos por el Millennium Park, que es un parque pequeño (nada que ver con Central Park) lleno de esculturas y elementos arquitectónicos decorativos, como la alubia de espejo gigante y otras obras de Frak Gehry.
Alubia-espejo-gigante: un concepto difícil de imaginar si no veis la foto. |
El norte del Loop es la zona de rascacielos, y no tiene mucho que envidiar a la de Nueva York. La verdad es que cuanto más vemos de Chicago, más nos gusta. En un momento de la tarde, nos pillaron por banda de una televisión local y nos hicieron una entrevista para un programa. Debía ser algo de humor, y nos preguntaron alguna chorrada. Un poco más tarde nos animamos a subir al edificio Hancock, que aunque no es el más alto de la ciudad (este honor corresponde a la Torre Willis, anteriormente conocida como la Torre Sears), sí que es el único al que se puede subir gratis. Bueno, no se paga entrada aunque estás "obligado" a tomarte algo en el bar de la azotea, así que en realidad nos costó los 5$ de la coca cola. Aunque las vistas son impresionantes, nunca estuve tranquilo del todo porque se nota la oscilación un montón, de hecho hasta acabé un poco mareado. Muy recomendable subir, a pesar de todo.
¿Benidorm? No, Chicago desde la Torre Hancock |
Llegados a este punto, decidimos pasar un rato por el albergue, que estaba muy cerca, porque Chino nos dijo que había leído que a las 18:30 había espaguetis gratis, lo cual era absolutamente falso: ni espaguetis ni nada. Nunca sabremos de dónde se sacó semejante historia. El caso es que, estando allí y quedándonos unos cuantos días más en Chicago y con una buena cocina, decidimos ir a un supermercado a comprar algunas cosas para poder cocinar. Es curioso lo poco rentable que es en Estados Unidos hacer la compra. Quiero decir, los productos en los supermercados no son nada baratos, lo que hace que comer en restaurantes sea comparativamente más asequible que en Europa. El caso es que compramos para hacer pasta, ensaladas y huevos fritos. Ya que estábamos nos preparamos la cena y estuvimos un rato en el albergue.
Fotografiar edificios en Chicago es una labor muy agradecida |
Por la noche decidimos ir a un mítico bar que, por suerte, estaba a cinco minutos a pie (el 700 de Wabash sur): el Buddy Guy's Legend. Estuvimos viendo a un grupo de unos negros sesentones que hacía blues mientras nos tomábamos unas pintas, e incluso salió Buddy Guy ("Colega Tío") a cantar una canción y nosotros flipando, claro. Estuvo muy bien. Este primer día en Chicago fue una pasada.
Creo que es la mejor ciudad de todas en la que habíamos estado para fotografiar. No sé si es la luz, los edificios o qué es, pero la propia ciudad es una obra de arte. Si Boston nos había parecido la revelación del viaje, Chicago se ponía a la altura. De hecho, si no fuese porque a Nueva York hay que ir sí o sí, diría que es el principal destino para cualquier viajero a Estados Unidos.
Joder, no había visto todas las fotos de Chicago. ¡Cojonudas!
ResponderEliminarPor cierto, ¿lo de la foto del tren es maqueta o es un tren de verdad?
Jeje... un mago nunca revela sus trucos, pero es maqueta!
ResponderEliminar