El domingo día 10 nos despertamos a las 7:30 para ver la fórmula uno. No es un deporte muy popular en Estados Unidos, así que tuvimos problemas para encontrar la carrera y finalmente hicimos lo que pudimos a través de internet y los comentarios de Marca. Lo mejor fue que ganó Alonso y lo peor, que no pudimos disfrutar la carrera por los problemas técnicos. Hoy sí que pudimos desayunar en la residencia, y nos pusimos hasta arriba de todo lo que había.
Olivia Dunham no estaba, una pena... |
Por la mañana fuimos al museo del MIT (Massachusetts Institute of Technology, un centro puntero en investigación), donde se pueden ver algunos de los proyectos que se han realizado en los últimos años, así como una enorme exposición de robótica. De alguna manera, era emocionante estar en el lugar del que proceden los mayores avances científicos del mundo. Además, da la sensación de que la universidad en Estados Unidos está enfocada más a la investigación y el desarrollo de nuevas ideas, mientras que en España todavía seguimos con el espíritu del funcionario y poniendo trabas a aquel que quiere poner en marcha nuevos proyectos, pero esto es otra historia y será contada en otra ocasión... El caso es que Chino no pudo reprimir al científico que lleva dentro y se compró un giroscopio que, aunque parezca una peonza, es un aparato de precisión que se utiliza para equilibrar barcos, aviones y torpedos. Ahí es nada...
Seguimos nuestro paseo mañanero y tuvimos la suerte de poder ver una misa gosspel en una Iglesia de Cambridge. La morriña hizo que fuésemos a comer al "Café Pamplona", en Bow Street, un bar fundado por una tal Josefina Yanguas hace más de cincuenta años. La verdad es que no vimos ninguna referencia a nuestra ciudad, aunque la carta sí que tenía productos españoles. Cometimos el gran error de comer algo típico de un lugar en otro lugar, y pedimos un gazpacho y una tortilla de patatas, que desde luego no estaban a la altura de lo esperado. A pesar de todo, en la terraza se estaba de lujo y el sitio es bonito, por lo que no fue una mala decisión al fin y al cabo.
El río Charles, protagonista de Mystic River. |
Por la tarde teníamos intención de ir a un concierto de Bill Callahan, en el Brighton Music Hall. El lugar del concierto estaba en las afueras de Boston y fuimos andando hasta allí. Nos metimos por barrios residenciales periféricos, pero la ciudad nunca perdía la sensación de seguridad, tranquilidad y limpieza. Al llegar al BMH vimos que todavía no había abierto la taquilla, así que decidimos ir al bar de al lado a tomar algo para hacer tiempo. Nos tomamos unas pintas viendo baseball y fútbol femenino por la televisión. Después de un buen rato de palique, nos dimos cuenta de que se nos había pasado la hora de la apertura de la taquilla y al ir a comprar las entradas, nos dijeron que ya se habían acabado. La cara de tontos que se nos debió quedar tuvo que ser de foto.
El caso es que ya no nos quedaba otra que volver al centro. Estábamos bastante lejos, pero al fondo veíamos el rascacielos (sólo hay uno que destaque realmente en Boston, el que sale en Fringe) y decidimos ir caminando en aquella dirección. El paseo duró casi dos horas y, como nos habíamos quedado con las ganas del concierto, decidimos sustituir el plan con un cine. Fuimos a ver "Super 8" (si al tío que vende las entradas le dices superocho, en lugar de supereight, no te entiende...) a un cine que estaba junto al Common Park. La película estaba bien, sobre todo que era fácil de seguir para alguien que no domina el inglés, aunque va de más a menos.
Este había sido nuestro último día completo en Boston, aunque nos faltaba la mañana del día siguiente para hacer los últimos encargos...
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